La jornada queríamos dedicarla a terminar de visitar el centro histórico de Trani y alguna otra ciudad de los alrededores, incluyendo la fortaleza de Castel del Monte. En Trani, a pesar de que el paseo por las calles del casco histórico es bastante agradable, debido al calor, nos dirigimos directamente a la catedral previa parada en una panadería para completar sobre la marcha nuestro desayuno. Las panaderías en Puglia fabrican toda suerte de focaccias saladas, panes de pizza y bollerías saladas y dulces que hacen las delicias de cualquier estómago.
Tras calmar el apetito y la gula nos dedicamos al arte. Trani era la primera gran catedral románica que veíamos en Puglia. Y es en realidad una de las más especiales, ante todo por la esbeltez que le proporciona su gran altura unida al hecho de estar totalmente aislada de otros edificios y contar con un inclinadísimo tejado a dos aguas. Su piedra de tono clarísimo recorta el azul intenso del mar sobre la que casi parece erigirse al estar edificada a tan solo unos metros del agua.
Estas catedrales románicas son de influencia principalmente normanda pero tienen una serie de particularidades que hacen que se hable del románico de Puglia, como un estilo diferenciado. Así es. Su planta en forma de T con ábside basilical se repite más o menos en todas. La piedra anaranjada de Puglia también es otro de sus rasgos identificativos, así como sus imponentes alturas, posibles gracias a la ligereza de esta piedra y al hecho de estar todas concebidas con naves techadas con madera. Los arcos de medio punto separando las 3 naves centrales suelen ser muy altas y sus columnas rematadas por bellísimos capiteles. El espacio que se crea en el altar mayor es muy grande, al no contar aquí con ningún tipo de elemento, tan solo las paredes de la nave transversal y el ábside. Y en ellas, tan sólo algunas ventanas. Eso las dota de una elegancia aérea y luminosa difícil de explicar. En la de Trani estuvimos solos, en silencio, con el único sonido del mar cuyas olas casi chocaban contra las paredes de la catedral. Contemplamos las puertas originales de bronce del s XII, que se conservan en el interior, y algo parecía retenernos allí porque nos costó trabajo salir.
No dejamos de visitar la cripta, que como en todas las catedrales de la zona es bastante grande y suele ser de época anterior (en muchas casos es directamente la anterior catedral, conservada como cripta) y en las que debido a su menor tamaño suelen poderse apreciar con muchísima nitidez los impresionantes capiteles llenos de escenas paganas y mitológicas absolutamente perturbadoras, así como interesantes frescos que en su mayoría, debido a la época, suelen tener fuertes influencias bizantinas.
Aún reservamos un ratito más para descansar extasiados en el portal de la catedral, decorado con profusos relieves vegetales de estilo normando, enmarcando escenas de lo más exquisito, como el que decora el título de este blog.
Desde Trani queríamos visitar Barletta y Molfetta. De la primera no guardamos un buen recuerdo pues tuvimos un pequeño incidente con un coche conducido por un adolescente local que sin ser de relevancia, al ser el coche alquilado y empeñarnos nosotros en rellenar al parte, quiso de alguna manera sobornarnos para que no lo hiciéramos. Apareció su padre y la discusión duró bastante. Al final accedimos a su "propuesta" y terminamos sintiéndonos en el centro de un asunto medio mafioso... El resto del viaje soñé a diario con coches que nos perseguían para darnos nuestro merecido por haber insistido en ser legales. Al final nada pasó a mayores, y tampoco los de la casa de alquiler notaron el minúsculo golpe, así que hasta salimos ganando... ¡Qué país!
En Barletta y debido a esto sólo dimos un rápido paseo por el centro visitando un par de iglesias que tampoco terminamos de disfrutar demasiado después del disgusto. Y sobre todo fotografiamos a una de las atracciones del pueblo, El Colosso di Barletta. Un señor coloso que está situado en una de las calles del pueblo y que parece ser que formaría parte de uno de los barcos que en la edad media transportaba un botín de uno de los saqueos de los venecianos a Constantinopla y que debió hundirse frente a las costas de Barletta, donde debió terminar. Los brazos y las piernas de la estatua parece que se fundieron para construir las campanas de la catedral, pero fueron remplazadas por otras medievales, añadiéndole una cruz en una de las manos. Pero por el resto parece que podríamos estar hablando de una estatua romana-bizantina del siglo V.
Después nos dirigimos a Molfetta, también en la costa, donde el punto más importante de atracción lo constituía el Duomo de S. Corrado del siglo XII con su espectacular nave con tres cúpulas de tambor hexagonales.
Desgraciadamente llegamos un poco tarde y justo acababan de cerrarla. Hasta las cinco no la volvían a abrir, pero eso nos descuadraba todo el plan de viaje, así que teniendo en cuenta que el calor era terrible, decidimos buscar un lugar para comer algo y seguir la ruta hasta nuestro siguiente destino que era Castel del Monte, un impresionante y sobrio pero misterioso castillo construido por el emperador Federico II en la cima de una colina dominando una amplísima zona que más o menos está deshabitada. El monumento en cuestión está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido a sus extraordinarias y únicas características. El castillo, de forma octogonal, está conformado también por ocho torres (una en cada ángulo) también ellas de forma octogonal. Aunque aparentemente ello parece simbolizar la corona imperial ya que también octogonal es la capilla funeraria de Carlomagno en Aquisgrán, se han intentado establecer otras muchas teorías para explicar el posible y desconocido origen de esta simbología. Entre ellas están las que lo asemejan a la arquitectura musulmana o aquellas que ven relaciones con la pirámide de Gizeh en Egipto o las que investigan su posible relación con la astrología. Lo cierto es que por más que los estudiosos han investigado en ello, aún no se sabe con certeza cuál habría sido el uso de este edificio, ya que ni la situación ni la distribución de habitaciones arrojan mucha luz sobre ninguna de las posibles teorías. Casi se diría que el Castillo bien podría haber sido un capricho del (por otro lado) extravagante e intelectual emperador.
La visita la realizamos a primera hora de la tarde. Ya no hacía tanto calor y la hora hacía que no hubiera mucho turista. El vehículo en verano hay que dejarlo debajo de la colina y un pequeño autobús traslada a los visitantes hasta el castillo. La mayor parte de la visita al castillo (con sólo una pequeña zona dedicada a paneles informativos, que leímos con mucho interés) estuvimos solos, así que la disfrutamos bastante.
Después de semejante visita aún teníamos alguna cosa pendiente. Habíamos visto en la guía la existencia de las ruinas de una basílicabizantina (San Leucio) en las afueras de la localidad de Canosa di Puglia. Allí nos dirigimos, no con mucha fe, pues las indicaciones para llegar a monumentos en las ciudades son inexistentes. Pero lo intentamos. Al final sí que había un cartel que señalaba la dirección en la que se encontraba la ruina, mucho más a las afueras del casco urbano de lo que nos habíamos imaginado. De hecho ya estábamos a punto de darnos la vuelta cuando de repente apareció, en medio de un olivar, la verja de las ruinas, que al final estaban estupendamente conservadas y hasta contaban con un edificio anexo que supongo que tenía el objetivo de convertirse en el futuro en un centro de interpretación. Lo primero que saltaba a la vista era el enorme tamaño que debía tener la basílica. Y es que inicialmente se trataba de un templo griego dedicado a la diosa Minerva que sería transformado en basílica posteriormente, entre los siglos IV y V. La escalinata del templo, de hecho, se observa aún, aunque aparece semienterrada. Sobre la plataforma del templo debió construirse la planta de la basílica, de grandes dimensiones. Queda poco, alguna columna reconstruida, capiteles sueltos, algún bello fragmento del mosaico del suelo... pero la silueta de la planta, con sus ábsides, sí es perfectamente reconocible, y usando la imaginación podemos más o menos reconstruir un templo que debió ser magnífico.
Aún emocionados por el descubrimiento, nos dirigimos a por un café al centro del pueblo y de paso visitamos su interesante catedral, bastante heterogénea, fruto de innumerables adiciones y transformaciones sufridas a lo largo de su amplia historia (los elementos más antiguos son de época lombarda, del siglo VII-VIII). Es interesantísima porque tiene elementos de grandísimo valor, como las columnas, la bóveda a base de cinco cúpulas, el baldaquín románico o la cátedra de mármol del obispo, bellísimamente sostenida por dos elefantes. Después hay muchos añadidos y superpuestos barrocos, y hasta del siglo XX, época en la que fue restaurada y casi reconstruida. Pero la sorpresa más gratificante se encuentra fuera de la iglesia, en uno de los laterales. Se trata del mausoleo de Boemondo D'Altavilla, un caballero cruzado que fue traído aquí y a quien se le construyó como descanso eterno este diminuto edificio en mármol con planta cuadrangular y un pequeño ábside lateral. Su parte superior está dotada de un tambor poligonal sobre el que descansa una cupulita semiesférica. El edificio es minúsculo, pero de un exotismo que hace recordar más a un edificio oriental que a un mausoleo cristiano.
Ya se nos hacía tarde para llegar al Gargano, así que tomamos la autopista hacia el Norte. El viento había estado cambiando durante la tarde, y tras los días de sofoco, una agradable sensación de frescor se apoderaba de nosotros, como anuncio de lo que serían los días próximos visitando esta zona costera y montañosa, la más al norte de toda la región.
miércoles, 29 de octubre de 2008
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